Creo
que se me ha pasado el día de la discapacidad, será que no me considero discapacitado,
solo soy una persona a la que unas cosas le cuestan más, otras menos, y otras
nada. Me aburre hablar de discapacidad cuando cada día veo personas discapacitadas
con apariencia normal, y es que, en este mundo de apariencias, la apariencia,
es todo.
Un buen
amigo mío solía decirme: “Tú tranquilo, lo “malo” que tú tienes, se ve, no vas
a engañar a nadie que se acerque a ti”. En aquel tiempo, aún no sabíamos, al
menos de forma tan clara, que en el mundo del engaño, no poder engañar, es una
discapacidad.
Y es
que la discapacidad no existe, como no existe la pobreza si se reparten bien
los recursos.
Mi pobre
madre sufre porque piensa que acompañarme por la calle es quitarme importancia.
Pero, no existe nada más hermoso que ir acompañado por mi madre. Y la
discapacidad está en las personas que piensan: “Pobrecito, necesita que le
acompañe su madre”.
Sin embargo,
en mis años de estudiante en Jaén, muchos de vosotros me encontrabais haciendo
dedo, y me traíais a casa. En ese tiempo no me acompañaba nadie.
¡Cómo
olvidar a Mariola! Gran mujer, en silla de ruedas, y convencida de que yo podía
cuidar de ella, durante un tiempo, (el
tiempo que Dios tuvo a bien darnos) nos cuidamos mutuamente, sin más ayuda que
la de nuestro amor.
A veces
sonrío al pensar que la discapacidad es algo inventado por las personas “normales”
para no ver sus propias miserias.
Mi
discapacidad se minimiza y/o desaparece:
Si me tratas con normalidad.
Si desaparecen los
prejuicios.
Si mi pueblo no tiene
barreras arquitectónicas, ni mentales.
Si me das el trabajo para el
que sabes que estoy sobradamente preparado.
Si me das los medios
adecuados para desarrollar todo mi
potencial.
Y si no lo haces, al menos
no me llames discapacitado, porque el discapacitado, eres tú.
Francisco González García.
Licenciado en Psicología.
Máster en Dependencia e Igualdad en la Autonomía
Personal.
Creo que se me ha pasado el día de la discapacidad, será que no me considero discapacitado, solo soy una persona a la que unas cosas le cuestan más, otras menos, y otras nada. Me aburre hablar de discapacidad cuando cada día veo personas discapacitadas con apariencia normal, y es que, en este mundo de apariencias, la apariencia, es todo.
Un buen amigo mío solía decirme: “Tú tranquilo, lo “malo” que tú tienes, se ve, no vas a engañar a nadie que se acerque a ti”. En aquel tiempo, aún no sabíamos, al menos de forma tan clara, que en el mundo del engaño, no poder engañar, es una discapacidad.
Y es que la discapacidad no existe, como no existe la pobreza si se reparten bien los recursos.
Mi pobre madre sufre porque piensa que acompañarme por la calle es quitarme importancia. Pero, no existe nada más hermoso que ir acompañado por mi madre. Y la discapacidad está en las personas que piensan: “Pobrecito, necesita que le acompañe su madre”.
Sin embargo, en mis años de estudiante en Jaén, muchos de vosotros me encontrabais haciendo dedo, y me traíais a casa. En ese tiempo no me acompañaba nadie.
¡Cómo olvidar a Mariola! Gran mujer, en silla de ruedas, y convencida de que yo podía cuidar de ella, durante un tiempo, (el tiempo que Dios tuvo a bien darnos) nos cuidamos mutuamente, sin más ayuda que la de nuestro amor.
A veces sonrío al pensar que la discapacidad es algo inventado por las personas “normales” para no ver sus propias miserias.
Mi discapacidad se minimiza y/o desaparece:
Si me tratas con normalidad.
Si desaparecen los prejuicios.
Si mi pueblo no tiene barreras arquitectónicas, ni mentales.
Si me das el trabajo para el que sabes que estoy sobradamente preparado.
Si me das los medios adecuados para desarrollar todo mi potencial.
Y si no lo haces, al menos no me llames discapacitado, porque el discapacitado, eres tú.
Francisco González García.
Licenciado en Psicología.
Máster en Dependencia e Igualdad en la Autonomía Personal.
III Pregonero Nazareno.
Autor del libro de poesía "Mírame"
Monitor Superior Autonómico FADA.
Presidente del Club de Ajedrez Sabiote.
Un buen amigo mío solía decirme: “Tú tranquilo, lo “malo” que tú tienes, se ve, no vas a engañar a nadie que se acerque a ti”. En aquel tiempo, aún no sabíamos, al menos de forma tan clara, que en el mundo del engaño, no poder engañar, es una discapacidad.
Y es que la discapacidad no existe, como no existe la pobreza si se reparten bien los recursos.
Mi pobre madre sufre porque piensa que acompañarme por la calle es quitarme importancia. Pero, no existe nada más hermoso que ir acompañado por mi madre. Y la discapacidad está en las personas que piensan: “Pobrecito, necesita que le acompañe su madre”.
Sin embargo, en mis años de estudiante en Jaén, muchos de vosotros me encontrabais haciendo dedo, y me traíais a casa. En ese tiempo no me acompañaba nadie.
¡Cómo olvidar a Mariola! Gran mujer, en silla de ruedas, y convencida de que yo podía cuidar de ella, durante un tiempo, (el tiempo que Dios tuvo a bien darnos) nos cuidamos mutuamente, sin más ayuda que la de nuestro amor.
A veces sonrío al pensar que la discapacidad es algo inventado por las personas “normales” para no ver sus propias miserias.
Mi discapacidad se minimiza y/o desaparece:
Si me tratas con normalidad.
Si desaparecen los prejuicios.
Si mi pueblo no tiene barreras arquitectónicas, ni mentales.
Si me das el trabajo para el que sabes que estoy sobradamente preparado.
Si me das los medios adecuados para desarrollar todo mi potencial.
Y si no lo haces, al menos no me llames discapacitado, porque el discapacitado, eres tú.
Francisco González García.
Licenciado en Psicología.
Máster en Dependencia e Igualdad en la Autonomía Personal.
III Pregonero Nazareno.
Autor del libro de poesía "Mírame"
Monitor Superior Autonómico FADA.
Presidente del Club de Ajedrez Sabiote.
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