Carta a Mariola

viernes, 22 de junio de 2012

EL FAMOSO ARTÍCULO DE FISCHER (1)


FISCHER SOBRE EL TORNEO DE CURAÇAO 62

Después de su brillante actuación en el Interzonal de Estocolmo, donde conquistó un dominante primer puesto, con 2,5 puntos de ventaja sobre Geller y Petrosian, Fischer estaba convencido de que triunfaría en el Torneo de Candidatos de Curaçao, que se celebraría unos meses después. Pero sus ilusiones no se materializaron, y sólo pudo ser cuarto, con 14 puntos (a 3,5 del vencedor, Petrosian). Poco después publicaría un famoso artículo, en Sports Illustrated, la revista norteamericana más importante del mundo del deporte. El artículo lo reproduciría LIFE (véase imagen de la mitad de la primera página). Aunque tengo el original en mi poder, no dispongo del ejemplar íntegro y, por tanto, lamentablemente, no puedo datar con exactitud el número. Como el torneo de Curaçao finalizó el 26 de junio, calculo que el artículo debe haber sido publicado en agosto o setiembre de ese año. Reproduzco, a continuación (en dos partes), el texto íntegro (de la edición en español de LIFE):

CÓMO CONTROLA EL AJEDREZ LA URSS
Por Bobby Fischer

El Torneo Internacional de Candidatos, que reúne a los aspirantes al campeonato mundial de ajedrez, celebrado este año en Curaçao, me convenció de que el control ruso del juego ha eliminado toda posibilidad de competencia leal. El sistema implantado por la Federación Internacional de Ajedrez, organismo mundial máximo del juego-ciencia, garantiza que el campeón mundial siempre sea un ruso, ya que sólo los rusos pueden ganar el torneo preliminar en que se clasifica el retador al campeón. Y es que ellos han dispuesto que así sea. En lo que a mí respecta, que se salgan con la suya, pues nunca más participaré en esos torneos.
Se me ha dicho que es una decisión difícil, porque significa que abandono mis esperanzas de conquistar el título mundial. La verdad es que mientras subsista el sistema actual ni yo ni ningún ajedrecista de los países occidentales podrá ganar el campeonato. No ha sido pues una decisión difícil. Pero sí es difícil explicarla. Digo esto porque todo lo que declare yo, o cualquier jugador occidental, podrá tildarse de excusa por no haber superado a los rusos en Curaçao. Todo perdedor que trate de explicar por qué no ha ganado el título mundial, o que insista en que el sistema en vigor hace imposible la competencia en igualdad de condiciones con los rusos, correrá el peligro de ser acusado de envidioso. Se ha dicho que es sólo necesario ganarle a los rusos varias veces para que éstos pierdan su dominio internacional del ajedrez.
El problema no es tan sencillo. Si parezco un envidioso espero que la exposición de los hechos borre esa impresión. Empecé a jugar ajedrez hace 11 años, cuando tenía 8. En 1959 me clasifiqué para el Torneo de Candidatos, que ese año tuvo lugar en Yugoslavia. El ganador le disputaría el título al campeón mundial, Botvinnik. Participaban ocho jugadores, cuatro de ellos rusos. Terminé empatado en quinto lugar, después de los cuatro rusos. En los tres años que mediaron hasta el siguiente Torneo de Candidatos aproveché todas las oportunidades de jugar con los rusos. En cada caso derroté a aquéllos con quienes había jugado en Yugoslavia (que participaron posteriormente en el torneo de Curaçao). También los superé en los torneos en que nos habíamos inscrito. En Estocolmo, por ejemplo, les gané por una ventaja de 2,5 puntos, y en Bled, Yugoslavia, me impuse a los cuatro participantes rusos, por un margen de 3,5 puntos a 0,5. Es decir, en mis juegos con los cuatro soviéticos gané tres partidas e hice tablas en la otra.
Pero entre 1959 y 1962 se hizo más abierto el manejo ruso del Torneo de Candidatos.En Curaçao ejercieron un dominio evidente. Hubo arreglos previos descarados entre los rusos, de hacer tablas entre sí, con lo que cada uno se anotaba medio punto. Petrosian, el ganador del torneo, se anotó de esta manera 5,5 puntos de su total de 17,5. Y hay más. Durante las partidas, los jugadores rusos se consultaban. Las veces que me tocaba jugar con un ruso, sus compañeros se acercaban a la mesa y comentaban las jugadas. Luego se mofaban cuando yo me quejaba a los árbitros del torneo. Los rusos, en fin, jugaban en equipo.
El problema actual en el ajedrez internacional se remonta a los años que siguieron a la Segunda GuerraMundial. En marzo de 1946, cuando falleció en Lisboa el campeón Alexander Alekhine, no existía un sistema bien definido para encontrar al sucesor. Con anterioridad, el mismo campeón decidía con quién iba a jugar. Era un proceder injusto, porque el campeón podía negarse a hacerlo con un rival con posibilidades de ganarle el título. En general, el problema tenía que ver también con dinero. Si el retador no lo tenía en suficiente cantidad como para tentar al campeón, no llegaba a jugar con él. Repito, era un proceder injusto a veces, pero que no carecía de cierta lógica. Ahora ni con dinero puede uno desafiar al campeón.
En vez de dinero los rusos emplean la propaganda como incentivo para la retención del título, y el sistema de que se valen no tiene sentido. Personalmente, estaría dispuesto a jugar en cualquier momento con Botvinnik y dejaría a su discreción el tiempo y lugar, así como la suma de dinero que nos disputaríamos. Es más, me atrevería a darle una ventaja de 2 puntos en un match a 24 partidas. No es por vanidad que digo que triunfaría con facilidad: Botvinnik ya ha sido campeón demasiado tiempo, su reino perpetuado por el sistema que se emplea para escoger a los aspirantes, y ya no tiene la talla de un campeón mundial.
El torneo para escoger al sucesor de Alekhine se verificó en Moscú, en 1948, con la participación de cinco jugadores, tres de ellos rusos1. Botvinnik ganó el torneo y el título mundial, pero no por un margen tal que permitiera suponer la superioridad permanente de él y sus compatriotas. La ventaja de Botvinnik hubiera sido aún menor (y posiblemente no hubiera existido) de no haber ocurrido que otro ruso, Paul Keres, perdió todas las partidas que jugó con él. Así que desde un comienzo cabía la suposición de que la superioridad numérica de los rusos en los torneos de candidatos era decisiva. Pero al principio no se escucharon muchas críticas.
(continuará)
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1 Aquí Fischer parece tendencioso, por omisión. Al decir que se jugó sólo en Moscú (y no mencionar a La Haya, donde también se jugó) enfatiza en el favoritismo a los rusos. Lo mismo al hablar de cinco jugadores, "tres de ellos rusos". Esto es cierto, pero en realidad, los invitados eran seis: el faltante Fine debía completar la nómina, con lo cual serían dos norteamericanos: él y Reshevsky. Pero Fine se autoexcluyó. AG.


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