Pues sí, los jugadores de ajedrez
con diversidad funcional estamos en clara desventaja en la parte mecánica del
juego.
El ideal de toda persona con
diversidad funcional debe ser: alcanzar el mayor grado de autonomía/normalidad
posible.
Sin embargo, si sacamos un pez
del agua, por mucha voluntad que tenga para alcanzar el mayor grado de
autonomía/normalidad posible, el resultado es evidente.
A sólo unas horas del comienzo
del año nuevo, y con la legitima esperanza de que se tomen las medidas
adecuadas para que estas situaciones no vuelvan a repetirse, mi amigo Antonio y
yo mismo (No me ha costado nada meterme en el papel) hacemos una parodia en clave
de humor, en la que el jugador con diversidad funcional no puede mover las
piezas, el jugador “normal” (la normalidad no existe) muy amablemente, se
ofrece a realizar las jugadas sobre el tablero, pero… la partida se complica,
aparecen los apuros de tiempo…
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